Rosas de Damasco cultivadas sin pesticidas, ni fertilizantes quÃmicos, regadas por goteo y recogidas a mano por mujeres bereberes que pueden tener a sus hijos cerca mientras trabajan están detrás del aroma a rosas de tu crema de dÃa.
Cuando suena el despertador cada mañana y, tras lavarte la cara, te aplicas tu rutina de cuidado de la piel un poco sin pensar, puede que no repares en ese sutil aroma a rosas que ha logrado que identifiques esos 2 minutos de tu dÃa a dÃa como tu pequeña parcela de felicidad y autocuidado (el olfato entra en contacto con el sistema lÃmbico). Unas gotitas de esencia en un ungüento formulado en algún paÃs europeo, es lo que solemos pensar. Pero no siempre es asÃ, a veces, las marcas cosméticas cuidan al milÃmetro sus ingredientes, ya no para cumplir con el ‘green washing’ que sacude al sector con promesas de envases biodegradables para 2030. Hay marcas que tienen en su ADN no dañar al medioambiente. “En armonÃa con el ser humano y la naturaleza” fue el lema sobre el que se cimentó Weleda en 1921, palabras que no se quedan solo en eso, como hemos podido comprobar al viajar hasta Marruecos para conocer todo el proceso, desde la recogida en el campo hasta el destilado de las toneladas de rosa damascena para obtener el absoluto del que luego se tomará una mÃnima parte para perfumar los cosméticos. 2688 km separan Schwäbisch Gmünd (Alemania), donde se encuentra la sede de producción de Weleda de Kalaat M'Gouna (Marruecos) el denominado Valle de las Rosas, de donde se obtiene el absoluto para dar aroma a la lÃnea de Wild Rose, de Rosa Mosqueta y Té Blanco de la marca Suiza.