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La ultraderecha colombiana ha fallado otra vez.


La ultraderecha colombiana ha fallado otra vez

Lo que estamos viendo no es una simple crisis política. Es el inicio del fin de una oligarquía decadente que creyó que Colombia seguiría siendo su finca.

Por: Urias Velasquez 

La ultraderecha colombiano acostumbrada a imponer su voluntad a punta de golpes al pueblo, creyó que esta vez lograría su cometido. Apostaron por un golpe de Estado encubierto, convencidos de que las calles se llenarían de ciudadanos indignados pidiendo la cabeza del presidente. Se imaginaron un país sumiso, listo para repetir la historia. Pero ya no somos ese país: SE EQUIVOCARON.

Creyeron que bastaba con agitar el miedo, fabricar un escándalo, y hacer sonar las alarmas en los grandes medios de comunicación —siempre fieles a las causas innobles de los saqueadores del erario: la oligarquía— para prender la mecha de la desestabilización.

Confiaban en que aún controlaban el relato.

Pero SE EQUIVOCARON.

El plan era claro.

Primero, el “hecho detonante”, fabricado y calculado, que haría las veces de florero de Llorente.

Segundo, la indignación súbita de los políticos de siempre: el Santos de doble cara, reapareciendo para mover los hilos.

Tercero, los partidos tradicionales proponiendo salidas “institucionales” que eran, en realidad, atajos para saltarse la Constitución y sacar al presidente del cargo.

Cuarto, un Congreso indigno declarando una “crisis nacional” sin autoridad moral para hacerlo.

Y quinto, y quizás el definitivo—la pieza que no pudieron mover—, unas Fuerzas Armadas dispuestas a alinearse con la oligarquía y reprimir al pueblo.

Pero fallaron. Una vez más SE EQUIVOCARON porque ya no controlan la información a su antojo.

Porque los militares saben que esta vez el país no está de su lado si eligen a los de siempre.

Y fallaron sobre todo porque ya no estamos en 1948, ni en 1989.

Una cosa es asesinar a un candidato incómodo.

Otra muy distinta es derrocar, por las malas, a un presidente elegido democráticamente, con el respaldo de millones, y con un proyecto de país que sigue firme a pesar de los intentos de sabotaje.

Lo que estamos viendo no es una simple crisis política. Es el inicio del fin de una oligarquía decadente que creyó que Colombia seguiría siendo su finca.

Pero el país ha cambiado.

Hoy hay un pueblo informado, organizado y dispuesto a defender la democracia.

Hoy hay memoria.

Y hay una convicción creciente: Colombia necesita transformaciones reales.

No más reformas cosméticas.

No más diálogo entre élites que se reparten los despojos.

Lo que exige este momento histórico es una Colombia donde estudiar no sea un privilegio, donde trabajar no sea una excepción, y donde el futuro no esté escrito por los apellidos.

Un país donde no nos maten las balas, ni nos silencien los micrófonos.

Un país donde los ladrones no sean los mismos que todos los días glorifican los noticieros.

Necesitamos un cambio estructural.

Y también una democracia más profunda, donde las ideas y decisiones no provengan siempre del mismo rincón del poder.

Ojalá los de siempre lo entiendan:

Esta ya no es su finca.

Aquí no se azota al mayordomo ni se dispara contra el jornalero.

Aquí se construye un país con dignidad, memoria y rebeldía.

Mi nombre es Urías Velázquez, y les agradezco por compartir este mensaje.

Porque Colombia ya no es lo que era.

Y porque el futuro lo construimos todos, con nuestras palabras y nuestras decisiones.