El Último Helado. Una Mirada al Atentado de Bogotá
Por: Felipe Narváez Galindez*
A modo de Hipótesis:
Freud sugería que los pequeños detalles de un acto personal reflejan deseos profundos, y que esta es su condición psíquica real, analizable. Como él mismo escribió en Psicopatología de la vida cotidiana: "lo psíquico no es en absoluto idéntico a lo consciente". El chico que momentos antes pidió por Nequi 3.500 pesos para una paleta, proyectaba en ese instante la imagen de un niño saliendo de la escuela o disfrutando de un recreo con sus padres. Para él, sin embargo, aquel momento era su último recreo. Esta condición, latente —un contenido mental o deseo inconsciente que, aunque no evidente, influye en la conducta—, y su significado real, se revelaban de forma desgarradora. Se estaba despidiendo de ese niño que nunca fue y al que no dejaron ser, de una esencia arrebatada, eliminada en lo más profundo de su ser. Su 'yo' reflejado en ese instante era el de un niño que no volvería; se despedía y, a su modo, sabía que no regresaría ante el llamado ineludible de una vida violenta y de un abandono propiciado por su entorno familiar cercano.
Había un hilo muy delgado que, aún así, lo ataba a la vida: el afecto a su abuela. Por eso no se había puesto una máscara; era su propio yo, su identidad al descubierto. Su corte de cabello y su ropa amplia —propios de un grupo social estigmatizado y vigilado—, eran la última llamada de un suicidio implícito. Esperaba que ese "alguien" —un esquema de seguridad, una figura de autoridad— lo retuviera y lo salvara. No llegó. Él, sin embargo, siguió adelante, hasta asaltar, en medio del tumulto, al candidato Miguel Uribe Turbay.
La transferencia psíquica en Freud —fenómeno central en la teoría psicoanalítica donde sentimientos y deseos inconscientes hacia figuras pasadas son proyectados sobre otra persona— constituye el operador clave en un caso como el de este joven. Un niño, maltratado físicamente por su padre a los ocho años, y con una madre que muere siendo él pequeño, es seguro que experimenta un abandono profundo que lo impulsa a una pulsión máxima de su Yo: la eliminación del "Otro". El precandidato, en esta lectura, no sería más que la representación de ese padre opresor, y el ataque, un acto de duelo desbordado, una incapacidad de seguir soportando su condición que lo asalta y lo empuja a eliminar físicamente a ese "Otro".
Según su propio testimonio, en el momento de realizar el ataque, él expresó literalmente: "A mí me iban a matar en esa vuelta". Además, no cobró adelanto alguno por la acción de sicariato, algo inusual en un joven 'construido en la calle' y rodeado de bandidos, lo que sugiere que sus razones eran mucho más profundas que la mera recompensa económica. No era, en el fondo, más que una excusa para la eliminación de ese 'Otro' —ese 'padre' que, se presume, lo había maltratado—. Era la necesidad de finiquitar definitivamente la pulsión de muerte —esa tendencia freudiana, inconsciente, hacia la autodestrucción y la agresión desatada contra el 'Otro'—. Un acto que nace del duelo por una madre muerta, de un padre maltratador y de una sociedad que, en su contexto familiar y social, legitima tácitamente su no existencia y lo percibe como un estorbo.
*Sociólogo y profesor de la USCO