UN DICTADOR LLAMADO GUSTAVO PETRO
Dicen que es dictador porque no se arrodilla, porque no transa, porque no juega al centro cuando la vida está en juego.
Dicen que hay un dictador en Colombia.
Uno raro, muy raro.
Tan raro, que no manda a cerrar el Congreso, sino que insiste en que legisle.
Tan extraño, que en vez de blindarse con tanquetas, se rodea de sindicatos, campesinos y maestros con pancartas.
Uno que no se enriquece con el petróleo, sino que quiere proteger el agua.
Uno que en lugar de recortar la salud, quiere que la salud llegue hasta el último rincón del país.
Un dictador que no reprime paros, sino que camina en ellos.
Uno que no manda a callar a la prensa, sino que debate con ella.
Uno que no persigue al pueblo, sino que le consulta.
Un dictador que no perpetúa privilegios, sino que incomoda a quienes siempre mandaron sin votos.
Dicen que es dictador porque quiere cambiar la ley para proteger al trabajador.
Porque quiere que al aprendiz lo reconozcan como trabajador, y al trabajador lo traten como ser humano.
Porque insiste en que los derechos no deben depender del estrato ni del apellido.
Dicen que es dictador porque no obedece al Senado, ese Senado que se voltea más fácil que una arepa mal cocida.
Dicen que es dictador porque no se arrodilla, porque no transa, porque no juega al centro cuando la vida está en juego.
Lo llaman dictador los mismos que aplaudieron presidentes que gobernaron por decreto, que bombardearon niños y llamaron “daños colaterales” a las víctimas, los mismos que vendieron el país por cuotas de poder y tarjetas de afinidad.
Es un dictador tan extraño, que llegó al poder con votos, no con bayonetas.
Tan insólito, que quiere consultar al pueblo… ¡como si el pueblo tuviera algo que decir!
Tan raro ese dictador, que en vez de perpetuarse, se juega la historia por una consulta.
Un dictador tan peligroso, que quiere que Colombia cambie.